01/05/2022

De la invención de un trabajo para subsistir a la creación de nuevos sentidos

¿Cómo son las experiencias de educación en las organizaciones de la Economía Popular?

Su mano envolvió el mango de la pava. Era temprano, pero no tanto, el sol alumbraba de costado. Las tazas esperaban a un lado, expectantes, como si supieran que un chorro de agua, a punto de hervir, caería dentro de ellas.

-¿Quién quiere café? –preguntó Pamela casi gritando para que su voz no quedara escondida tras el tintineo de las máquinas de coser que empezaba a repercutir.

El polo textil de la calle José Enrique Rodó 7339, en el barrio porteño de Mataderos, aún pestañeaba, las máquinas calentaban motores y los panes tibios se compartían al ritmo de la música que empezaba a sonar despacio pero presente.

Jony tomó un rollo de tela de jean fina, lo desplegó sobre el piso mientras la diseñadora Ivana Picallo le pedía una tijera.

-En Alta Costura, no siempre hay costura –le dijo- se trabaja sobre el cuerpo creando en el momento.

Él observaba, escuchaba y hacía. Ella dobló la tela de manera precisa mientras le explicaba. Él buscó un maniquí, lo vistió con el retazo. Una pollera de calce perfecto se desdobló hasta el piso. Manoteó unos alfileres que reposaban sobre una almohadilla en la que se leía: “Dignificadxs, costurando, tejiendo poder popular”. A su lado, una chaqueta a medio terminar aguardaba. La atrapó. Sirvió para completar el atuendo. Pliegue a pliegue un vestido fue tomando forma.

“A través del proyecto de confección de Alta Costura Popular, pudimos sumar nuevos conocimientos pero sobre todo romper estigmas. Nuestra primera reacción fue de terror, no nos sentíamos capaces de llevar a cabo un proyecto así y nos dimos cuenta que podíamos hacer de todo. Rompimos con esos miedos y aprendimos a lanzarnos”, dice Pamela Gamoral, responsable de la rama textil del Movimiento Popular La Dignidad, integrante de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (UTEP).

Cuentan que, no hace mucho, percibieron algo incómodo que decidieron deconstruir en relación a qué máquina utilizaba cada uno, una y por qué. Resulta que la overlock, que suele ser más “fácil” por su “suavidad” era utilizada mayoritariamente por mujeres y la recta, más “lineal”, “rígida” y “difícil” por varones. “Esto que parecía natural en realidad no lo era. Ahora, en las capacitaciones las compañeras arrancan con la recta. El otro día empezó una mujer, muy jovencita, le mostramos cómo se manejaba y pudo hacerla funcionar perfectamente, le fue bárbaro. Se trata también, en los procesos de formación, de romper con los prejuicios acerca de lo que se puede y no se puede hacer y la forma de transmitir el conocimiento, esta idea que ´si es mujer aprenda con la más fácil´ nosotras la cambiamos, que empiece por la más difícil. Hoy, varones y mujeres, tienen que pasar por todas las máquinas”, dice Pamela mientras sonríe. 

(Foto: Gustavo Fraietta)

A partir del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) otorgado por el Gobierno durante la pandemia a casi diez millones de personas y el Registro Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular (RENATEP) que alcanza los cuatro millones de inscriptos de los cuales más de un millón forman parte del programa Potenciar Trabajo, es posible cuantificar este universo que pugna por ser reconocido y despliega estrategias que desbordan sus propios límites, circulan por el corazón de los entramados comunitarios que constituyen el núcleo de los movimientos sociales en Argentina y protagonizan procesos de formación, desde la educación popular, que buscan transformar las prácticas hegemónicas del trabajo y el mundo simbólico que hace al vínculo entre las personas como parte del proceso de construcción de nuevas prácticas políticas emancipatorias.

“La economía popular surge como una alternativa a este capitalismo financiero  salvaje. Construida desde los trabajadores, desde los más humildes. También como un cuestionamiento a esa forma de organización de la sociedad, en donde unos pocos ganan mucho y las grandes mayorías viven en la pobreza. Este capitalismo no va más, hay que construir otra cosa, con un desarrollo mucho más equitativo, con un trabajo que incluya al conjunto”, dice Emilio Pérsico, Secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación y dirigente del Movimiento Evita.

La sede del ministerio de la avenida Juan Manuel de Rosas 1601, en Lomas del Mirador, La Matanza, funciona como un polo productivo y de capacitación en herrería, construcción, enfermería, ruralidad. El edificio es inmenso, con enormes ventanales que dan paso a la luz del sol. Aulas, que en algún momento tal vez fueron habitaciones de un hogar, hoy visten sus paredes con láminas de colores que imprimen huellas de ideas. “Somos lo que comemos”, se lee en una. “¿Sabes lo que es la soberanía alimentaria?”, en otra.

El lugar está rodeado de árboles y jardines. Afuera, sobre una pared lateral, destellante de colores, un mural estampa sentidos con trazos firmes: la mujer carga una viga al hombro, debajo alguien suelda, sobre un costado un campo verde intenso se expande mientras un cajón de berenjenas carga su peso sobre una espalda, un poco más allá una torre de ladrillos se alinea hacia arriba en dos hileras. Escenas del trabajo cotidiano que el arte impregna en la retina de quien quiera ver.

Emilio Pérsico (Foto: Eloísa Molina)

En otro espacio pero al mismo tiempo, un cielo turquesa deslumbra las nervaduras moradas de un inmenso racimo de hojas verdes que se extiende sobre un campo sin fin. Los procesos de formación de economía social y popular en torno al desarrollo de las distintas producciones bajo el paradigma de la agroecología se dan entre pares.

“Después de muchos años de transitar el camino del desarrollo rural lo que vimos es que la mejor manera era ir trabajando con los saberes que tenían los productores y las productoras tratando de revitalizarlos, resignificarlos y empezar a agregar algunas nuevas exploraciones, modos de la agroecología, tecnologías, nuevos conocimientos pero siempre sobre la base de los saberes preexistentes”, explica Daniela Mariotti que es Socióloga, integra unidades productoras rurales de trabajadores y trabajadoras de la Economía Popular y fue becaria del CONICET, FONCyT y CLACSO.

El método campesino, campesina a campesino, campesina implica que a partir de los conocimientos que un grupo de productores y productoras va generando en la experiencia concreta se va transmitiendo a otros pares que se forman y que a su vez transmiten. De esta manera queda eliminada la distancia intercultural de la técnica ingeniera agrónoma que “sabe” y el trabajador que “no sabe”.  Así se van generando condiciones afectivas para la incorporación de los conocimientos, hay confianza.

Daniela detalla que esa confianza tiene que ver con que “una comunidad se junta con otra en la que seguramente haya vecinos, conocidos, amigos, y entre todos se va componiendo un corpus de saber ligado directamente con la experiencia y con lo territorial porque lo mismo que se sabe de los tomates en Buenos Aires quizá en Formosa no sirve, porque es otro clima, otra semilla, otra variedad. Entonces, también son conocimientos situados, compartidos, que revalorizan nuestro pasado y nuestro propio saber”.

El método campesino a campesino viene de la educación popular, toma lo popular como punto de partida y lo que hace simplemente es sistematizar, organizar profundizar, se generan redes de experimentadores y experimentadoras que son los productores “entonces el saber deja de ser algo que tienen individuos y empieza a ser algo realmente construido y compartido en comunidad”.

Se trata de crear un “equilibrio entre el dar y el recibir, a la tierra y entre nosotras y nosotros”.

Camellones construidos a partir de la realización de dos talleres en Capilla del Monte, Córdoba (Foto: Daniela Mariotti)

En Buenos Aires otra vez, teletransportate a la Villa 21-24-Zavaleta en el barrio de Barracas. Allí, entre otras tantas ausencias, no había servicio de recolección de basura, entonces un grupo de trabajadores y trabajadoras de la economía popular asumió esa tarea.

-¡Basura! ¡Basura! –gritan mientras caminan con los carros verdes por uno de los pasillos de la villa, se detienen ante cada puerta que se abra para entregar una bolsa.

“Después de identificar la problemática y la forma de intervenir directamente sobre esa realidad surge la transmisión de saberes entre compañeros y compañeras. Para eso nos remontamos a experiencias anteriores de lucha de la clase obrera, de las mujeres. Una misma comienza a entender que no merecemos las ausencias sistemáticas que tenemos en la vida muchas de las personas que nacemos en los barrios populares y empieza la transformación. El objetivo es intervenir directamente en la realidad y después que se visibilice esa ausencia que hay”, cuenta Natalia Molina miembro de la Junta Vecinal del barrio y referenta de la Corriente Villera Independiente.

El galpón de la calle Iguazú 1453 levanta su portón bien temprano. Los saberes se comparten como los panes. Cada grupo de trabajo sabe bien qué hacer y conoce su recorrido. Parten.

Naty se mueve casi sin pausa, hace más de una cosa a la vez y mientras da algunas indicaciones precisas continúa el relato. “Siempre, todo surge de una asamblea –dice- seguramente algunas planteamos la tarea específica. Ese saber que se aprendió en la práctica, a partir de la observación. Alguien se dedicó a entender, por ejemplo, el circuito de la basura sin ir a ninguna institución, sino agudizando la mirada en lo que pasa en el barrio a partir de una idea política del mundo. La asamblea es la instancia para transmitir colectivamente eso, se propone la intervención directa sobre el problema y se sale al barrio con esa pequeña herramienta que no está acabada, que se va desarrollando en el contacto con los vecinos y en la comunidad. Van surgiendo ensayos y errores y ahí se sigue produciendo el saber, esa educación popular y esa transformación en los compañeros y las compañeras. Todo el tiempo estamos probando, buscando estrategias”.

Recuperadores Urbanos Villa 21-24-Zavaleta (Foto: Eloísa Molina)

A partir de ese proceso de construcción política, comunitaria y de intercambio de saberes y prácticas colectivas, hoy además de la recolección pudieron crear los equipos de promotores ambientales y recuperadores urbanos que no sólo recogen la basura sino que separan, clasifican y reciclan ampliando el alcance de la problemática medio ambiental en el territorio y multiplicando el trabajo.

Dentro del galpón un grupo de mujeres monta una posta sanitaria y una ambulancia estampada con las caras del Che y Mugica estaciona en la puerta. “Central de Emergencias Villera” se lee sobre un costado. Marina Joski es Secretaria de Mujeres, Género y Diversidad de la UTEP, responsable de la Escuela Nacional de Cuidados y del Instituto de la Economía Popular, cuenta que había compañeras que “eran enfermeras profesionales pero se dedicaban a barrer en los barrios  o limpiar casas, a partir de la construcción de educación y organizarnos según las necesidades de cada territorio pudimos sistematizar una herramienta sanitaria anclada en el desarrollo comunitario y el poder popular”.

(Foto: Matías Sastre)

Esta historia será parte de otro capítulo.