25/10/2018

Tali Goldman

“Hoy las mujeres son el mayor marco de unidad del sindicalismo argentino”

Entrevista a Tali Goldman, autora del libro “La Marea Sindical. Mujeres y gremios en la nueva era feminista”, un libro con 12 historias que reflejan el avance de las mujeres en los espacios que históricamente fueron ocupados exclusivamente por hombres.

Más que el periodismo le gusta escribir desde siempre. En el Colegio Nacional de Buenos Aires respiraba política constantemente y al llegar a la Universidad la decisión entre estudiar periodismo o no se definió gracias al consejo del periodista Martín Granovsky: “Me aconsejó que no estudie periodismo sino que estudie otra carrera porque el periodismo es un oficio y se aprende ejerciéndolo”, afirma Tali Goldman.

Se decidió a estudiar Ciencias Políticas, “y en ese camino el periodismo unía mis dos pasiones: escribir y la política”. Apenas entró a la Universidad comenzó a trabajar en Telam y a partir de ahí comenzó un recorrido donde su mirada política se vio plasmada en las revistas Siete Días y Veintitrés, en el diario El Argentino Zona Norte, y actualmente en Anfibia, Latfem, Nuestras Voces y VICE News.

Desde el periodismo también pudo observar que la cultura patriarcal se imponía en su oficio y fue escribiendo para la Revista Veintitrés donde comenzó a definir un perfil que la llevaría, años después, a escribir su primer libro: “La Marea Sindical. Mujeres y gremios en la nueva era feminista”. En dicha revista cubría muchos temas de Ciudad y sobre todo del subte: “Me empezaron a resultar fascinantes las historias de las mujeres trabajadoras del subte, me atrapaba hasta desde lo físico saber cómo hacían para estar trabajando ahí durante tanto tiempo. Y me llamaba mucho la atención cómo las mujeres habían llegado al escalafón superior que era ser maniobrista, por ejemplo”.

La Marea Sindical es un libro con 12 historias de mujeres sindicalistas que reflejan el avance de las mujeres en los espacios que históricamente fueron ocupados exclusivamente por hombres. Hablamos con Tali Goldman ante la aparición de un libro que otorga a las mujeres sindicalistas un peso específico en la historia de la lucha organizada y también en la literatura argentina.

¿Cómo comienza a tomar forma la idea del libro?

Años después hago una nota para la revista Anfibia que se llamó “Bajo el asfalto”, eran historias de los trabajadores y trabajadoras de subte a raíz de una nota que había salido en Clarín donde ridiculizaban a Néstor Segovia con una caricatura por los paros. Yo quería contar cómo era trabajar en esas condiciones y en esa nota le di mucho lugar a las trabajadoras y muchas de ellas eran delegadas. Esa nota me encantó hacerla y me llevó a querer seguir contando historias de trabajadoras y trabajadores, y lo primero que observé es que no había nada escrito sobre mujeres sindicalistas. Artículos periodísticos habían muy pocos y eran de “Las 12”. Empecé a buscar artículos académicos y también había muy poco, había un montón vinculado a la temática “mujeres y trabajo” pero no era lo que yo específicamente estaba buscando. Y después lo que había era muy vinculado a la ley de cupo sindical y las secretarías de género dentro de los sindicatos. Eso fue una alarma: no puede ser que lo único que hacemos las mujeres en los sindicatos es estar en la secretaría de género. Tenían que haber mujeres sindicalistas en gremios más masculinizados. Presenté el proyecto en la editorial medio a la deriva, sin saber quiénes iban a ser los personajes pero el editor la vio y se copó con el proyecto. Mi premisa básica era entrevistar a mujeres que no fueran secretarias de género y sindicalistas de gremios vinculados a lo masculino, por eso dejé afuera a las más conocidas o históricas. Y otra cuestión es que quería que sean delegadas de base, es decir, que la puerta de entrada hubiera sido a través del sindicalismo y no a través de la política, lo cual no está mal, pero quería mujeres que hayan sido trabajadoras de sus propios gremios. Ese fue el camino del libro y llegamos a 12 historias porque había que ponerle un corte. Susana Rueda fue la última que incorporé, me pareció muy interesante que después de 10 años haya sido la única mujer en Argentina y en Latinoamérica que llegó a estar en la cúpula de una central obrera.

¿Hubo alguna historia que te haya impactado por alguna situación particular?

La verdad es que todas las historias tienen algo particular, hay algunas más “impactantes” que otras, pero lo que me interesaba era contar historias de trabajadoras. No hay una espectacularidad, son casos especiales porque justamente fueron mujeres que tuvieron que pelearla dentro de los gremios machistas y masculinizados. Soy muy detallista en mis notas y relatos porque me parece que de los detalles uno puede armar mundos, entonces por ahí los datos más relevantes son las pequeñas anécdotas de ellas, desde una que se separó cuando el marido le dijo “O esos negros de mierda o yo”, y ella dijo “Los negros de mierda”, y se terminó separando por militar en el sindicalismo, hasta la historia de Ana Cubilla que es la única mujer secretaria general de un gremio rural que es una misionera que se fue de un paraje en Misiones a los 15 años y volvió casi a los 40 para ser sindicalista. Y quería incorporar a una dirigente histórica como María Roldán, que fue super invisibilizada y la descubrí a través del documental “Carne propia” y fue una de las primeras delegadas de la Argentina y Latinoamérica, delegada de un frigorífico, fue una pieza fundamental el 17 de octubre de 1945 y no hay ningún relato casi que la nombre. Me parecía que era un acto de justicia rescatar de la historia a este personaje. Cuando me preguntan quiénes son esas mujeres yo respondo que son mujeres normales y cotidianas que están en los sindicatos.

¿Por qué pensás que estuvo tan relegada la mujer dentro de los gremios?

Los gremios no se diferencian de otros espacios u otras instituciones como la política, la justicia, como en cualquier ámbito a las mujeres nos cuesta siempre el doble, estamos siempre un paso atrás. En ese sentido me parece que es fuerte o se ve más en los gremios a diferencia de la política donde hubo una Presidenta mujer. La verdad es que sigue siendo muy impactante ver esas fotos del sindicalismo, de la CGT, donde son todos varones de más de 60 años, y no tiene que ver con una cuestión de cupo. El cupo tiene que ser el último eslabón, el final de un camino que hay que empezar a recorrer. Las fotos de los sindicalistas donde son todos chabones no reflejan la realidad porque las mujeres somos el 50% de la población y en el trabajo también ¿Cómo puede ser que si el sindicalismo es la representación de los trabajadores las mujeres no estén representadas en eso?

Por ahí en el imaginario colectivo uno se representa a un sindicalista como a Hugo Moyano, camioneros, chabones rudos, tocando el bombo y haciendo quilombo. Entonces también me interesaba ver cómo entran en ese imaginario del sindicalismo las mujeres. ¿Están las mujeres en las mesas paritarias? Hay pocas, y me costó mucho encontrar mujeres que no sean secretarias de género.

¿Qué crees que empezó a cambiar para que hoy el movimiento feminista comience a ser más fuerte y las mujeres empiecen a ocupar lugares en la conducción de los sindicatos?

Me parece que las mujeres vienen hace mucho haciéndose camino en el sindicalismo y me parece que en estos últimos años de esta “nueva era feminista” se visibilizó que en el sindicalismo las mujeres están haciendo su camino. En esa conjunción de mujeres que vienen batallando hace muchos años, incluso desde la fundación de los sindicatos, sí me parece que se empezaron a visibilizar y que los sindicatos se están viendo atravesados por el feminismo, ya que las mujeres “no nos callamos más” o se están viendo otras actitudes. Desde que no hay tantas mujeres a que no haya baños para mujeres, desde eso hasta que hubo una sola mujer que llegó a comandar la CGT.


En líneas generales ¿Cuáles fueron las actitudes de los varones frente a las historias de estas mujeres?

En general hay una resistencia por parte de los varones de que las mujeres ocupen otro lugar que no sea la secretaría de género. Hay una frase muy inspiradora para el libro que me la dijo Virginia Bouvet, la metrodelegada: “Mirá, si la secretaría de género realmente tuviese peso adentro del sindicato la estaría comandando un varón y no una mujer”. Sin quitarle mérito a la secretaría de género porque de hecho en muchos gremios la única puerta de entrada para las mujeres es a través de la secretaría de género, como ocurre en Camioneros. Realmente los varones tienen resistencia hacia las mujeres, hay una cosa de menosprecio constante, en las 12 historias se cuenta que en una asamblea las mujeres tienen que gritar más fuerte, si hay una propuesta de una mujer es considerada de otra manera, si una mujer dice algo aparece la pregunta de quién es el hombre que la apoya, como si no pudiera tener una idea propia o alzar su voz. Esa es un poco la resistencia de los varones.

Participaste de las jornadas a favor del aborto ¿Qué conclusiones sacaste en relación a esta lucha y el sindicalismo?

Es un tema muy complicado porque la estructura propia del sindicalismo argentino es vertical e intrínsecamente seas varón o seas mujer vos tenés que pedir permiso para todo en el sindicalismo. Eso llevó a que se generen ciertas complejidades a la hora de debatir el tema porque por ahí, en una estructura donde se trata todo en asamblea y a su vez es vertical, es difícil. Generó mucha rispidez hacia adentro de los sindicatos donde por ahí las mujeres estaban a favor y sus secretarios generales no, entonces no podían salir desde su sindicato. Fue algo que ocurrió no sólo en el sindicalismo sino también en los partidos políticos que no se pronunciaron, no hay que irle al sindicalismo con especial encono porque hubo diputados de todos los partidos que estuvieron a favor y en contra, entonces el sindicalismo mostró en ese debate su faceta más transversal. Por ahí fue más fácil para los gremios de la CTA que para los gremios de la CGT. Fue un tema ríspido. Estuve en el plenario de trabajadores de Moreno de la Corriente Federal de Trabajadores que marcharon a Luján y las mujeres también tuvieron su propio plenario porque no les dio lo mismo que la marcha sea a Luján en un contexto donde la Iglesia está tan ligada a la rama celeste del pañuelo. Esto generó que las propias trabajadoras del sindicalismo planteen marchar a Luján con los pañuelos verdes porque entienden que también el sindicalismo y el feminismo tiene que ser popular y ellas la están llevando desde ese lado, reivindicando su rol como mujeres sindicalistas y entendiendo que la unidad sindical tiene que ser con el feminismo adentro.

¿Cómo analizás la cobertura de los grandes medios de comunicación sobre el Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew?

Además de las notas nefastas que publicaron, me llamó la atención que las compañeras contaban que en sus conversaciones con los comerciantes, ellos mismos les decían que pensaban que ellas iban a ser violentas, que les sugerían que no abrieran los negocios y que no salgan de sus casas. Finalmente terminó siendo un finde largo para Trelew, y es un ejemplo perfecto de cómo los medios de comunicación demonizan a los movimientos feministas y finalmente los violentos terminan siendo los otros como quedó claro con la represión. Y realmente lo que es una fiesta, lejos de la violencia, se evidenció cómo los medios de comunicación instalan algo que, cuando salís a la calle ves que el Encuentro de Mujeres es una fiesta. Después llegan los Bolsonaro y los medios y los intelectuales se preguntan cómo puede ser que llegue a Presidente. Y, así, demonizando a las mujeres, a las disidencias, hablan de feministas preparando bombas molotov y es mentira. Después no nos podemos rasgar las vestiduras y preguntarnos cómo llegan los Bolsonaro porque llegan por eso, por una construcción mediática como la que se hizo en el Encuentro Nacional de Mujeres en Trelew.

¿Cuándo comenzaste a “desnaturalizar” las imposiciones patriarcales en la sociedad? ¿Cuál es tu primer recuerdo?

En el periodismo también, por eso digo que el sindicalismo no se escapa de otros espacios. A las mujeres periodistas también nos cuesta el doble que a los varones periodistas. Hay muy pocas mujeres editorializando, hay muy pocas mujeres conductoras de radio, jefas de secciones, jefas de redacciones, también las mujeres siempre tenemos que hablar o de sociedad, o de cultura, o de género, y las mujeres no podemos hablar de política, o de economía. Entonces también las mujeres es como que siempre tuvimos un lugar específico en los medios de comunicación y yo que siempre cubrí política no había tantas. Y trazando un paralelismo con el sindicalismo, si bien me parece importante que se cubran puntualmente temas de género como también me parece importante que exista la secretaría de género, me parece que lo importante es que el periodismo y el sindicalismo en general estén atravesados por una mirada de género. En ese sentido varones o mujeres me parece que tendrían que cubrir y pensar el periodismo y el sindicalismo atravesados por esa mirada de género y de los feminismos. Por ahí el primer paso en el sindicalismo era crear las secretarías de género, por ahí el primer paso es que haya periodistas especializados en temas de género, pero me parece que el paso que tenemos que dar es sobre la mirada del periodismo. No podemos permitir la cobertura que hizo Clarín sobre el Encuentro Nacional de Mujeres, eso no se podría permitir.

¿Qué aprendizaje te dejó el proceso de investigación y escritura del libro?

Más allá de las historias y los personajes que fui conociendo, más allá de la lucha de esas mujeres y todo el proceso de ellas en los sindicatos, en este año y medio de investigación vi muchos procesos de unidad de las mujeres. El primer paro que le hicimos a Macri las mujeres y las sucesivas marchas de Ni una menos, me parece que hoy en día las mujeres son el mayor marco de unidad del sindicalismo argentino, no hay otro espacio tan transversal e intersindical como el de mujeres. Hay un espacio formado hoy por mujeres de la CGT, mujeres de la Corriente Federal de los Trabajadores de la CGT, mujeres de las dos CTA, mujeres de la economía informal, de la CTEP, que concretamente presentaron un proyecto de ley sobre equidad de género. Entonces el aprendizaje, en el modo en que las mujeres hacen sindicalismo, la famosa “sororidad” que es un término que no me encanta pero en este caso sirve porque creo que hay una forma en la que las mujeres militamos en cualquier espacio que lleva a una unidad, sino no podrían existir estos encuentros con 50 mil mujeres. Las mujeres en el sindicalismo expresan esa unidad y no existe en todo el arco sindical una muestra de mayor unidad que el de las mujeres. Y eso me lo contaban muchos antes de empezar el libro y es que muchas veces se podía pensar a partir de las mujeres se podían empezar a lograr cuestiones macro a nivel estructural que los varones no lo podían hacer. Lo que muchas veces los varones no podían hacer por ego, por pujas de poder, las mujeres sí lo podían hacer. Por ejemplo, Yasky y Moyano no se podían ver pero por ahí la secretaria de género de la CTA se juntaba con una delegada de la CGT, y eso pasaba y pasa. Eso me parece que es lo diferente en las mujeres.

Cafecito