13/03/2021

Cuando la Víbora Roja se come al León verde

¿Por qué recordar el Viborazo?

Para el 12 de marzo de 1971, ya habían pasado 5 años del inicio de la Revolución Argentina, presidido por el general Juan Carlos Onganía, pero que tenía al verdadero líder tras las sombras, el general Lanusse. La figura de presidente había sido exaltada por gran parte del periodismo, mostrándolo como único líder posible para encaminar la economía del país y sosegar a los obreros peronistas y no peronistas. Mientras que por un lado, la política de estado era la prohibición, persecución y expulsión, de aquello que no estuviera dentro de la doctrina occidental y cristiana que el jefe de estado quería para la sociedad. Por otro lado, el ubicar como ministro a Adalbert Krieger Vasena, marcó el camino liberal de la economía, que para lograr un déficit e inflación cero, se aplicaron diversas medidas de ajuste sobre las economías regionales (como los ingenios azucareros que ya venían siendo afectados por el plan de Salimei), los empleados del estado (reducción de planta), la posibilidad de tocar convenios colectivos y el favorecimiento de los grandes capitales agrarios, industriales y rentísticos por sobre la producción nacional y el desarrollo de las pequeñas y medias producciones nacionales.

Todo este marco de situación generó un ambiente de persecución, coerción y compra hacia el movimiento obrero organizado. La represión a los trabajadores de la FOTIA, la quita de personería a muchos sindicatos alineados (caso de la UOM de Vandor) o la persecución y cárcel a los integrantes de la CGT de los Argentinos (opuesta a la liderada por Vandor y con una clara de visión de país), fueron la moneda corriente del período de gobierno de Onganía, que durante los años 67 y 68, logró acomodar la economía para tranquilizar a las clases medias. Situación que se encontró con un cuello de botella para mayo de 1969, dando lugar a una acción espontánea, en una de las provincias más conservadoras de la Argentina, Córdoba. La quita del sábado inglés y el intento de arancelar el comedor universitario, sumando a movilizaciones que se habían dado en otros lugares del país, derivo lo que era una huelga y manifestación, en una pueblada que provocó la caída del interventor provincial, la llegada del ejército para evitar su propagación y el debilitamiento de un gobierno en camino a la caída.

Onganía pudo sostenerse un tiempo más su gobierno, pero el crecimiento de la conflictividad (gracias a la demostración que dejo el Cordobazo), la aparición de organizaciones político – militares (comúnmente llamada guerrillas) de tendencias peronistas o guevaristas, la aceptación social de la violencia como forma de enfrentar al sistema impuesto y el asesinato de dirigentes como Vandor, terminaron de socavar el poder del general y la Junta de Comandantes en Jefe decide sustituirlo por otro militar, desconocido por la mayoría de la gente, el general Marcelo Levingston, para comienzos de Junio de 1970. El nuevo presidente no compartía las ideas de Lanusse por lo cual trató de darle su propio carácter al gobierno, modificando el gabinete, sostener la represión y el modelo económico heredado. En el caso de Córdoba, la movilización popular constante se había cargado a 7 interventores, pero el último fue sacado por el propio Lenvingston, para ubicar a José Camilo Uriburu, como interventor de la provincia, personaje de largo linaje dentro del patriciado argentino, sobrino nieto del primer presidente golpista, José Felix Uribiru y con las mismas ideas fascistas que su tío abuelo. 

Resistido desde que tomó el cargo de Inteventor (1ro de marzo), dejo en claro que su idea era pacificar por la fuerza a una provincia convulsionada y que era la vanguardia de la lucha popular por esos días. Sus dichos en la Fiesta Nacional del Trigo el 7 de marzo, ayudaron a encender la llama de un nuevo levantamiento. Había dicho: “se anida una venenosa serpiente cuya cabeza quizá Dios me depare el honor histórico de cortar de un solo tajo”. Lo cual provocó la respuesta de los dirigentes sindicales cordobeses, organizando un Comité de Lucha para el 9 de marzo y el Paro General activo para el 12 del mismo mes. Este paro no dejo de evidenciar las diferencias entre Tosco (uno de los más lúcidos dirigentes sindicales argentinos) y Atilio López (otro gran dirigente de aquellos años que encabezaba la CGT Local) con las bases clasistas de SITRAC – SITRAM, que habían logrado construir un poder que pondría en jaque al poderoso SMATA de Córdoba años después (de la mano de René Salamanca). Las diferencias estaban dadas por las características que debían tomar el paro, la movilización y su función. Mientras que los referenciados en López y Tosco apostaban a la acción sindical como forma de construcción de poder para hacer caer al interventor y a la dictadura, los referenciados en SITRAC – SITRAM creían en una gran revuelta popular que pusiera en jaque al sistema en sus conjunto y movilizara al país, pero las condiciones coyunturales (venían de una conciliación obligatoria por las medidas de fuerza que habían hecho en Febrero) limitaron su postura, ganando la de los primeros. El día 12 iba a realizarse un paro activo de 15hs, donde quienes no podían movilizar garantizaban la toma del lugar de trabajo y el paro total de la producción.

El día 12 la ciudad amaneció con un alto acatamiento al paro dispuesto, para después movilizar, en ese contexto, trabajadores de Sitrac – Sitram definen tomar el pueblo de Ferreyra y hacer barricadas, pero la respuesta del gobierno se hizo sentir (que avalado por el gobierno nacional, definía que iba a aplicar la pena de muerte), la represión se dio en todos los lugares donde hubo movilización, hasta que sobre el fin del paro se supo sobre la muerte de un joven trabajador. Esto hizo que los trabajadores de FIAT recrudecieran su resistencia y movilizaran a más gente en la calle, lo cual terminó con la policía recuperando el control ya entrada la noche. Pero ante la gravedad de los sucesos, la CGT cordobesa reunida de forma urgente, definió un paro y movilización al centro de la ciudad para el día 15. Ahora sí, obreros y estudiantes ocuparon las calles de todo la ciudad de Córdoba para, en un acto que se transformó casi en una asamblea popular, definir tomar toda la ciudad y sus aledaños. A diferencia del Cordobazo, donde la espontaneidad llevo a una acción en conjunto entre distintas líneas sindicales, junto a los estudiantes universitarios, ahora, el movimiento obrero organizado, respetando las diferencias pero trabajando en conjunto (con apoyo estudiantil), definen tomar la capital de la ciudad, para que se vaya el interventor, terminar con la persecución y que se derogue la pena de muerte. La serpiente ahora se enroscaba y mostraba sus dientes. 

A pesar a la fuerte represión que el gobierno provincial desató, la unidad entre trabajadores, estudiantes y pueblo de Córdoba ayudo a sostener durante todo el día 15, la toma casi total de la ciudad y la protección de los líderes de la CGT Cordobesa (López y Tosco), que tenían pedido de captura. En ese marco de situación, no solo tuvo que renunciar el interventor el día 16, por pedido de la Junta de Comandantes, sino que también cayó el gobierno de Lenvingston, poniendo en su lugar, a quien gobernaba tras las sombras, el general Lanusse como nuevo presidente del país.

El Viborazo nos representa como los trabajadores y las trabajadoras, cuando logran la unidad más allá de las diferencias, pueden poner a amplios sectores sociales de su lado, para pelear por una patria más justa, que respete las libertades, contra la dictadura y los intereses de los capitales extranjero. No solo no le pueden cortar la cabeza, sino que cuando pica, su veneno irriga lucha y libertad.